CATELYN
Se había levantado con
sigilo y vestido sola para no despertar a su hermana. La sirvienta le había
dejado preparada la ropa la noche antes. Un vestido azul cielo, con pequeñas
truchas saltarinas bordadas en torno al cuello, símbolo de los Tully de
Aguadulces. Tenía que estar perfecta para realizar su tarea como señora del
lugar. Lo asumía sin quejarse, pero en el fondo envidiaba a Edmure y a Lysa. A
él porque podía estar toda la mañana adiestrándose con la espada, desfogándose;
a ella porque no le importaba que la tacharan de irresponsable. Lysa era un
espíritu libre, algo que Catelyn sabía que jamás conseguiría ser.
Tras arreglarse
diestramente el cabello, bajó a la cocina a desayunar. Allí ya estaba Petyr,
cabizbajo, tomando unas gachas acompañadas con cerveza ligera. Desde hacía un
año, todas las mañanas ocurría lo mismo: por mucho que madrugara, Petyr lo
hacía antes que ella, como si intentara evitar un encuentro. Últimamente sentía
un vuelco en el estómago cuando lo veía. Lo quería como a un hermano: junto a
Lysa, habían sido tres compañeros inseparables; pero desde que Cat asumió el
papel de señora de Aguasdulces, el carácter de Petyr había cambiado y ella no
llegaba a adivinar qué escondía ese muchacho en su interior. En su presencia se
mostraba retraído, casi avergonzado. Los esfuerzos de Catelyn por demostrarle
que seguía siendo la misma habían sido inútiles. A veces se sorprendía
mirándolo fijamente, como si intentara leer su mente, sacar de esa cabeza de
pelo negro los más ocultos pensamientos. En esos momentos él levantaba la
mirada y la escudriñaba con unos ojos extraños. Los tenía de un gris verdoso, felinos, y
a Cat le parecía que eran realmente el espejo de su alma.
Se sentó frente a Petyr
y empezó a desayunar. Intentó darle un poco de conversación, pero el muchacho
estaba especialmente taciturno y apenas pudo arrancarle dos o tres frases sobre
el tiempo. Petyr aceleró su comida y se despidió de Cat mirándola de reojo.
Sonrió con la boca al decirle hasta luego, apenas un gesto, pero no con los
ojos. Catelyn siempre notaba una punzada de culpabilidad por la aparente
tristeza de Petyr. Cuando él estaba con Lysa, se reía y se mostraba como ella
lo recordaba: natural, distendido y confiado; pero en cuanto ella aparecía al
chico se le borraba la risa de la boca y la mirada se hacía esquiva. Cat no
entendía nada. Desde el primer momento en que se vieron disfrutaron de una
mutua confianza, pero ahora Petyr no le dejaba entrar en su interior. Sentía celos
de Lysa, porque con ella aún compartía secretos, cuchicheaba y le decía cosas
al oído, cosas divertidas que hacían que Lysa estallara en carcajadas en medio
de las comidas, mientras Lord Hoster miraba con severidad a Petyr. Éste siempre
bajaba la cabeza contrito, mientras miraba de reojo a su cómplice de
travesuras, ahogando una risita.
Lo cierto es que el
muchacho seguía teniendo el mismo encanto que cuando lo conoció. O eso parecía
por lo que Lysa le contaba. Por las noches, antes de dormir, le narraba con
todo lujo de detalles lo que hacía con Petyr: contar historias de miedo, correr
por el bosque de dioses, hacer travesuras por el castillo, espiar los cotilleos
de los sirvientes… Lo mejor de todo es que casi nunca los sorprendían con las
manos en la masa y tampoco había manera de culparlos de las pequeñas
gamberradas que hacían. Según Lysa, Petyr tenía ahora un dicho: las manos
siempre limpias y el aliento siempre con sabor a menta. Esto último era algo
que Cat no entendía. ¿Sabor a menta? ¿Para qué? Cosas de niños, suponía.
Finalizó su desayuno y
se presentó ante su padre. Lord Hoster le indicó que esa mañana no habría
ningún tipo de audiencia debido a que las lluvias de las últimas semanas habían
dejado los caminos impracticables. Los vasallos de Aguasdulces no podían
acceder a la fortaleza cuando esto ocurría, cosa que era frecuente incluso
antes de acercarse el invierno. Catelyn preguntó a su padre si necesitaba algo
más de ella, a lo que Hoster respondió que no, que podía emplear la mañana en
lo que quisiera. No era frecuente encontrase con tiempo libre en el último año,
de modo que no sabía exactamente qué hacer. ¿Leer? No, no le apetecía encerrase
en una mañana tan templada. ¿Ver a Edmure entrenarse? Tampoco. Sus
bravuconerías de niño a veces la enervaban. Decidió que se acercaría al bosque
de dioses un poco más tarde, a ver qué tramaban Lysa y Petyr.
chan,chan!! qué tramarán esos dos? por qué Petyr se comporta así con Cat? todo esto y mucho más en el próximo capítulo... o eso espero, jajaja. ^_^
ResponderEliminarJaja, sí, se irá resolviendo... ;)
ResponderEliminarDeseando leer el próximo.... Que sucederá!
ResponderEliminarLa lectura es super amena.
Ay, gracias. Me alegro de que vaya gustando.
ResponderEliminarNi aun con tu perspectiva, amena logro simpatizar con la tipa esa... la odio con intensidad!!! jaja
ResponderEliminarPara mi Catelyn es un mal necesario, lo único que me gustaba de ella es que en sus capítulos se hablaba de Robb, se recordaba a Ned, por lo demás, esa actitud de doña perfecta me enerva. Pese a todo, tu visión de ella me resulta casi linda; tu pones el linda, yo el casi.
=)