PETYR
Amanecía
en Aguasdulces. El castillo empezaba a teñirse de rojo a la luz del sol
naciente. Apenas se oían los ruidos que salían de algún lugar de la cocina y
del patio de armas. Los criados eran los primeros en despertar, pero el chico
ya llevaba más de dos horas con los ojos abiertos. A pesar de cumplirse casi
nueve años desde que llegara por primera vez a la fortaleza, aún no se había
acostumbrado del todo a una cama y una habitación que no eran las suyas. Y no
es que echara de menos su hogar precisamente, si es que se le podía llamar así.
Los Dedos era una región bastante pobre, un auténtico pedregal que ofrecía
pocas oportunidades a sus habitantes, de manera que su padre, Elían Baelish,
señor de aquel lugar, decidió enviarlo como pupilo a Aguasdulces, señorío de
los Tully, de los cuales era vasallo. Se esperaba que el pequeño Petyr, que así
se llamaba el muchacho, se educara con los tres hijos de Lord Hoster Tully y se
convirtiera en un caballero. «Un caballero, sí», pensó el joven, sonriendo. «No
he cogido una espada en todo el tiempo que llevo aquí.»
Mientras
se vestía, pensaba que vivir en Aguasdulces no era en muchos aspectos lo que él
había esperado. O casi no lo era. Había una razón para levantarse todos los
días y ver que la vida no era tan dura. Esa razón era Cat.
La
tarde que llegó a la fortaleza con seis años estaba muy excitado. «Conocerás a
auténticos caballeros y damas, Petyr», le había dicho su padre. «Compórtate con
respeto hacia ellos, pero recuerda que no debes dejar que te humillen. No son
tus iguales, pero eso no les da derecho a recordártelo constantemente. Confío
en que dejes el nombre de la familia Baelish a la altura que siempre hemos
merecido.» El niño oía todo ese discurso sin enterarse muy bien qué quería
decir esa palabrería. Conceptos como humillación, honor, caballerosidad, le
sonaban demasiado serios, aunque pronto conocería su significado. Tras la
charla, Petyr montó en el sencillo transporte que lo llevaría a Aguasdulces. El
recibimiento fue algo frío para un niño que acababa de abandonar todo el mundo
que conocía. Los criados se hicieron cargo de ayudarle a instalarse y no fue
hasta dos horas más tarde cuando lo recibió la familia Tully. Lord Hoster era
un hombre serio e imponente, un caballero de la cabeza a los pies, y dejó
impresionado al niño. Tras un corto saludo, el señor del castillo pasó a
presentarle a sus hijos. Se trataba de dos niñas aparentemente mayores que él y
de un bebé de poco más de un año. Petyr se sentía algo mareado por la
posibilidad de cometer alguna imprudencia en presencia de tan distinguida
familia. En ese momento no recordaba nada de lo que le había dicho su padre y
sólo escuchaba en su cabeza fragmentos sueltos de aquel discurso que parecía
ahora tan lejano. El primero que le fue presentado era Edmure, el verdadero
heredero de Aguasdulces. Un niño en pañales poco podía entender de protocolos,
pero aún así fue traído para cumplir con lo dictado por las normas de sociedad.
Inmediatamente después le tocó el turno a una de las hijas de Lord Tully. Era
la más joven de las dos y se llamaba Lysa. La niña hizo una reverencia algo
exagerada bajo la atenta mirada de su padre y su hermana mayor. A Petyr le
llamaron la atención sus ojos, vivos y con un destello de picardía, dentro de
una cara redonda y un poco pecosa. Lysa sonrió a Petyr y le ofreció la mano
para que la besara, a lo que él respondió torpemente con los ojos bajos. Al
levantarlos vio a la otra hija realmente por primera vez. Catelyn era alta,
delgada como un junco y con una mata de pelo castaño rojizo que enmarcaba un
rostro que a Petyr le pareció irreal. Los ojos eran de un azul intenso, la
nariz recta y pequeña y los labios carnosos. El niño pensó que era como un hada
de cuento. Ella hizo la reverencia de rigor y también le ofreció la mano. Petyr
se la besó y le dijo que era un honor conocer a Lady Catelyn. Ella se rió de
tan rimbombante frase en boca de alguien tan pequeño y él se sintió morir por
haber hecho el ridículo delante de una niña maravillosa como aquélla. Catelyn
captó el sufrimiento de Petyr e inmediatamente le dijo: «Puedes llamarme Cat.
Simplemente Cat.»
Cat. Cat. Cat. Sólo ahora, tanto tiempo
después de aquel inocente primer encuentro, repetía su nombre constantemente en
su cabeza cada vez que un pensamiento negativo le atormentaba, como si fuera
una oración milagrosa que acabara con todos sus pesares. Se dormía con ese
nombre en los labios, se despertaba con él y a veces se iba al bosque de dioses
a gritarlo. Era el elixir mágico que le hacía sobrevivir en Aguasdulces. Cat, la
encantadora Cat, la bella Cat. La inalcanzable Cat.
Guau!!! No tengo palabras, dan ganas de abrazarle y a tí también!! Quiero más!!
ResponderEliminarJejeje :) Gracias.
ResponderEliminarBueno, genial Athenucci...el primer capítulo me encanta...el Petyr es un tierno, y ya me vuela la imaginación pensando en como seguirá la historia con su inalcanzable Cat....
ResponderEliminarYa sabemos que es muy listo...
ResponderEliminarFantástica introducción :)
ResponderEliminarGracias ;) Hay que vender a los personajes, jajaja.
ResponderEliminarMe gusta mucho ver aun Petyr tan tierno...
ResponderEliminarDeseando leer mas !
Bueno, a ver cómo evoluciona el muchacho. Muchas gracias por el comentario ;) Es toda una responsabilidad hacer esto...
ResponderEliminarVery good my lady! I'm enjoying it very much so far. Yes she's my Cat, Cat, Cat... grins ~Petyr
ResponderEliminar¡Qué maravilla de introducción! A por el siguiente capítulo... :P
ResponderEliminarEs adorable :D
ResponderEliminarLo es, sí. Al menos para mí <3
ResponderEliminarHola!... te dije que tarde o temprano iba a llegar y aquí estoy. Me siento como en una cita programada. Hace una año de esto!!!
ResponderEliminarCreo que sabes que a mi Meñique me disgusta, me parece un personaje maravillosamente bien hecho. Siempre me ha parecido que Martin ha logrado con los personajes que vemos más por los ojos de otros, algo que pocos logran. Tan bien hecho está, que la repulsión que siento lleva aparejada admiración.
Tengo manía con las notas aclaratorias!... A lo que venía. Me gusta mucho como escribes, tienes una forma tan pulcra, tan estéticamente bien armada que leerte resulta muy agradable. Me gustó ese espacio casi de ensueño, como recordando que le has dado, es como cuando uno ve un álbum de fotos viejas y uno de los presentes te contará la anécdota.
=)