LYSA
Apenas terminó de
desayunar en soledad, Lysa corrió hacia el bosque de dioses. Cuál no sería su
decepción cuando no encontró allí a su compañero de juegos. Se sintió defraudada.
¿Dónde andaría? Era raro que Petyr no estuviera esperándola. ¿Qué otra cosa
podría hacer si no? Ah, claro, a lo mejor estaba en la biblioteca, empapándose
de la historia de los Siete Reinos o algo aún más aburrido. Ella ya no le veía
ningún interés a todo eso, eran cosas que habían ocurrido en tiempos remotos y
no había ni pizca de romance en esos relatos. Sin embargo, Petyr consideraba la
biblioteca de los Tully un tesoro todavía por descubrir. Recordaba la cara que
puso el niño la primera vez que entró. Sus extraños ojos se abrieron de par en
par, como queriendo abarcar de una sola vez todo lo que allí había. A partir de
ese momento se mostró muy interesado en varios volúmenes que a Lysa le parecían
un aburrimiento. «El conocimiento es poder», decía Petyr. Él y sus sentencias.
Prefería la de las manos limpias y el aliento con sabor a menta. Al chico le
había dado por andar masticando hojas de esa planta a todas horas, «Por lo que
pudiera pasar», respondía él con aire misterioso cuando le preguntaban por qué lo hacía. Ella sabía muy bien a qué se
refería. De hecho, en las canciones de los bardos las doncellas tenían aliento
de fresa y los caballeros sabían a menta. «Así los besos sí serán
maravillosos», imaginaba Lysa. Sería cuestión de comprobarlo.
Dio media vuelta y
desanduvo sus propios pasos hacia el castillo. De camino se tropezó con Cat.
¿Qué hacía ella por allí? Empezaba a perder los nervios: Petyr no estaba y su
hermana venía al que ahora consideraba su coto privado. El mundo al revés. Lysa
intentó aparentar alegría al ver a Catelyn, pero nunca había sido su fuerte
ocultar sus sentimientos. Petyr le decía que en el mundo todo eran apariencias
y debía aprender a actuar, a mentir. Y lo decía precisamente él, que últimamente
se comportaba como un imbécil cada vez que Cat entraba en la habitación y hacía
acto de presencia. Delante de su hermana Petyr era otro… ¿O era realmente él?
Toda esa tontería de las apariencias podría estar utilizándola con ella. El
niño divertido, locuaz y hasta un poco canalla que había conocido nueve años
antes quizás no existía. De hecho, su lema de las manos siempre limpias y la
cara de niño bueno lo hacían parecer un ser inocente frente a su padre cuando
se descubría alguna de sus travesuras. Creía conocerlo, pero empezaba a darse
cuenta de que no. Sin embargo, Lysa atesoraba el tiempo que pasaba con él
porque la escuchaba, daba vuelos a sus fantasías y era un apoyo cuando Lord
Hoster o Catelyn le afeaban la conducta.
Cat le preguntó por
Petyr. Lysa, un poco celosa, contestó secamente que ella no era su guardiana,
que a lo mejor estaba en la biblioteca. Vio a su hermana poner cara de
sospecha… ¿Qué demonios quería de ella? Bastante fastidiada estaba ya por no
poder estar con Petyr para que ahora viniera a recriminarle algo. Pero no fue
así. Catelyn simplemente siguió andando hacia el bosque de dioses como si nada
hubiera pasado. Lysa la vio alejarse con recelo y se dirigió como un torbellino
hacia el castillo. Notaba las mejillas ardiendo y las lágrimas a punto de
brotar. Y no sabía por qué. A veces le ocurrían esos ataques de ira cuando le
parecía que todo se ponía en su contra, y más valía no estar cerca de ella en
esos momentos.
Al pasar por el patio
de armas vio a Edmure entrenando. Tenía el porte de los Tully y sería un
auténtico caballero. Pensó que podría quedarse allí, observando a su hermano
para calmar los nervios y distraerse, pero al buscar con los ojos un sitio en el
que sentarse, vio a Petyr. ¿Así que por esto la había dejado en el bosque de
dioses esperando? Ahora ya sí que no entendía nada. Volvió a sentir la sangre
subiendo a sus mejillas y salió disparada hacia él, dispuesta a echarle en
cara su comportamiento. Petyr la vio y su rostro mudó en un sutil instante. De
unas cejas fruncidas por la concentración pasó a una mirada relajada con una
encantadora sonrisa un tanto ladeada. Lysa apenas pudo resistirse a ese gesto.
No sabía cómo, pero Petyr lograba cambiar su estado de ánimo sólo con mirarla.
Al llegar a su altura, el muchacho se puso de pie y le tendió una mano,
invitándola a sentarse. Lysa estaba aún desconcertada, pero aceptó el ofrecimiento.
Petyr se acercó a ella y le pasó un brazo por el hombro. «¿Qué te ocurre, Lysa?
Pareces a punto de llorar», le dijo de forma susurrante. «Nada, sólo que
esperaba que me contaras una de tus historias en el bosque de dioses»,
respondió ella con la voz quebrada. «Eso está hecho. En cuanto Edmure termine
este combate, vamos para allá. Es que no quiero perderme su humillante
derrota», dijo mirando fríamente hacia el futuro Lord Tully.
Parecería que el picarón se sintiera mucho más cómodo con Lysa que con Cat, y Lysa está muerta con él, que consigue apaciguar apasionados estados de ánimo solo con una mirada....
ResponderEliminarMuy bueno.
Están todos un poco confusos... Ya veremos si se aclaran o no, jeje.
ResponderEliminarJajaj es que Petyr es encantador, como no quererlo, no me extraña que Lisa lo quiera para ella, era su "mejor amigo" hasta pena me da a veces Lysa, pero ya sabemos a quién pertenece ese dulce corazón, Gracias Athena. ^^
ResponderEliminar;)
ResponderEliminarCat siempre tan metomentodo... pero Petyr siempre tiene tiempo para mi, para jugar conmigo y contarme sus historias ^^
ResponderEliminarTu Lysa es bastante más inteligente de lo esperado, al menos ella ve que la naturaleza del tipo es bastante parecida a las víboras ;)
ResponderEliminarPor cierto, me encantó ese toque hobbesiano... scientia potentia est...