CATELYN
Se recostó bajo un
árbol a reflexionar sobre la actitud de Lysa. No creía haber dicho o hecho nada
que la molestara, pero últimamente su hermana era impredecible. Tenía un
corazón generoso, quizá demasiado, pero su carácter era voluble como el viento.
Pasaba de la alegría a la tristeza en un abrir y cerrar de ojos, aunque lo peor
eran los ataques de ira. Gracias a los dioses, esta vez se había librado de uno
de ellos. Borró esos pensamientos de su mente y se dispuso a disfrutar de un
momento de relajación, alejada de las obligaciones como señora de Aguasdulces, e
intentó imaginarse cómo sería su vida como esposa de algún caballero y dueña de
su propio castillo. Nunca le ponía cara a su futuro esposo, pero en conjunto
era un hombre joven, con el pelo largo y castaño y los ojos marrones, alto y
fuerte. Y con barba. Le encantaban las barbas porque le parecían muy
masculinas. Todas estas ideas nunca las compartía con Lysa. Creía que ella las
utilizaría en su contra cuando Cat le recriminara sus fantasías amorosas
propias de un bardo. No quería mostrar ningún punto débil delante de ella: Catelyn
era el espejo en el que Lysa debía mirarse, no podía tener defectos.
Un ruido como de hojas
secas al ser pisadas la sacó de su ensoñación. Seguidamente oyó unas risas
ahogadas y pronto se dio cuenta de que eran Petyr y Lysa. Se incorporó
sonrojada y ellos estallaron en fuertes carcajadas, aunque Petyr cerró de
repente la boca cuando Cat lo miró con desdén. Volvió a ser ese muchacho
extraño en el que se había convertido y que apenas la miraba a la cara. Lysa le
dio un codazo en el vientre, entre enfadada y juguetona, para que reaccionara.
Se acercaron hacia
donde estaba Catelyn. Lysa se mostraba locuaz, sin parar de hablar de cómo
Edmure había sido derrotado durante el entrenamiento y, enfadado, había roto la
espada de madera en dos. Petyr hacía como que escuchaba el relato, pero no
miraba a Lysa, sino a Cat. Ella no le dirigió la mirada en todo el tiempo,
aparentando que él no existía. Su manera de comportarse durante el desayuno
merecía un castigo. Si no quería nada con ella, ella no deseaba tampoco nada
con él. Petyr no pareció captar la indirecta y siguió mirándola furtivamente,
con los labios fruncidos. Cuando Lysa terminó de contar la historia que ninguno
de sus interlocutores escuchó, invitó a Petyr a narrar uno de sus cuentos de
miedo. Catelyn sospechaba que su hermana echaba de menos al compañero de
juegos, ése que desaparecía cada vez que ella estaba delante. Volvió a sentir
la punzada de culpabilidad y miró hacia él, sonriendo. Petyr se sobresaltó al
verse descubierto observándola y se pasó la mano por el pelo rizado, agarrando
nerviosamente el mechón de pelo blanco. «No se me ocurre ninguna…», se excusó. «Sin
embargo, creo que podríamos jugar a algo…» Cat no supo interpretar los ojos de
Petyr. «¿Qué estará tramando?», pensó. No le gustaba desconfiar, pero Lord
Hoster le decía siempre que la desconfianza era un arma poderosa. No creía que
un simple juego de niños fuera algo por lo que preocuparse e instó a Petyr a
explicar en qué consistía. «Se trata del juego de la verdad. Se hacen preguntas
y, si se miente, hay que pagar una prenda.» «¿Cómo vas a saber que se dice una
mentira?», se quejó Lysa. «Eso es imposible.» «No lo es», respondió Petyr, «porque yo tengo poderes mágicos y sé leer la mente.» Lysa soltó una carcajada
ante semejante mentira y le dijo que tenía que pagar una prenda. Él sonrió
maliciosamente y le dijo que se la cobrara si quería. Lysa se quedó pensando
con aire divertido. Cat temía lo peor, pero su hermana fue comedida y sólo le
exigió lamer una piedra llena de musgo. Petyr aceptó el reto: pasó la lengua
por la piedra con aire digno e inmediatamente después escupió divertido y se
echó una hoja de menta a la boca. Era su turno. Miró a la cara a Lysa, pero
pareció cambiar de opinión y dirigió sus ojos verdegrisáceos hacia Cat. Ésta
notó la sorpresa de su hermana, pero sostuvo la mirada de Petyr de forma
desafiante. No tenía miedo a la pregunta, no tenía nada que ocultar. El muchacho
sonrió ligeramente, como avergonzado, pero su forma de mirar no denotaba
inquietud, sino seguridad. «¿Sueñas con un caballero de cabello castaño y
largo, ojos marrones, alto y fuerte y con barba
para casarte con él?» Cat se sonrojó. ¿Cómo podía saber aquello? Su
discreción era conocida. ¿Tendría realmente poderes mágicos? Petyr sonrió con
aire satisfecho. Ella contestó que no, que no pensaba en casarse todavía y
menos había imaginado a su futuro esposo, pero Lysa empezó a gritar entre risas
que mentía claramente, que se había puesto colorada y que debía pagar prenda.
Petyr bajó la cabeza. «Creo que tengo que pensar muy bien qué prenda me debes
pagar, Cat.» Y se echó otra hoja de
menta a la boca que sonreía burlonamente.
Esto se pone interesante, ¿Qué le pedirá? En ascuas me tienes.
ResponderEliminarJeje... Ya veremos qué se le ocurre.
ResponderEliminarUy...me parece que a Cat ya ka tiene en jaque...uy que pasará....
ResponderEliminarPaciencia ;)
ResponderEliminarDeseando leer el Sexto!!
ResponderEliminarCreo que si ya nos gusta Petyr con tu relato nos parecerá adorable ;)
Siempre fue un chico especial... con un lado oscuro ;)
ResponderEliminarAis...que pillin que es...
ResponderEliminarJjaja amé la parte del mechón de pelo blanco, vaya que son un trío peculiar jeje, me encanta. ^^
ResponderEliminarMe encanta lo diferentes que nos imaginamos a los personajes, es un mundo tan fascinantes que parece no tener límites, ni a la imaginación de su autor, ni de sus lectores... que pena que el árbol no se cayera sobre la cabeza de Catelyn ;)
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