PETYR
Fue llamado para
presentarse ante Ser Brynden Tully. Como Lord Hoster aún reposaba de su ataque,
delegó en su hermano el asunto de Petyr, que había quedado en suspenso. El
muchacho lo prefirió, porque tenía más confianza con el Pez Negro, quien había
sido más un padre para él que el propio señor de Aguasdulces. Petyr aún recordaba
una noche, hacía unos tres años, en la que Edmure, Cat, Lysa y él se habían
emborrachado con dorado del Rejo aprovechando la ausencia de los adultos y Ser Brynden
se había ocupado de ocultar el estropicio a Lord Hoster para que no los
castigara. En aquella ocasión, Petyr había estado bailando con Cat y ella
parecía divertirse mucho. En ese estado de embriaguez, él intentó besar a
Catelyn, pero ésta lo rechazó bruscamente. Por aquel entonces aún no tenía tan
claros sus sentimientos; lo que sentía era una especie de veneración por
aquella niña alta de pelo castaño rojizo que se movía con tanta elegancia en
torno a él bajo el influjo del alcohol, riendo a carcajadas y lanzándole besos
con picardía. Aquello quedaba tan lejos en el tiempo... Eran sólo unos críos,
aunque, ¿eran adultos ahora? Estaban madurando a través de desengaños y
sufrimientos. Hubiera preferido no crecer nunca y volver a ser el niño que
jugaba a ser el caballero de Cat. Pero eso era imposible.
Ser Brynden ya lo
esperaba en el salón principal de Aguasdulces. Petyr entró tranquilo y se sentó
frente a él. Imaginaba que se había tomado alguna decisión sobre su futuro en
el castillo. Él no estaba muy preocupado: Cat no tardaría en casarse y el
problema quedaría solucionado con su marcha, aunque él perdiera al amor de
su vida... Al menos la vería alguna vez cuando ella visitara a su padre. Por lo
que había oído, Lysa también se iba a casar, no tenía claro con quién;
ella no le comentó nada cuando estuvieron juntos en su cuarto, pero la notó tan
triste que posiblemente ya supiera algo en ese momento. En cierto modo, lo que
ocurrió entre ellos tenía un dejo de despedida y también de despecho por ambas
partes. Petyr desahogó sus deseos de poseer conscientemente a Cat con Lysa y
ella pareció buscarlo a su vez como cuando le pidió un beso de menta: para
experimentar qué se sentía haciendo el amor con alguien querido. Después de
aquel encuentro, ella se marchó sin despertarlo y no volvió a verla. Había sido
algo muy raro, pero no se arrepentía. Todo lo que estaba ocurriendo parecía
haberle endurecido y no creía que nada pudiera hacerle daño ya. Pero esto sólo
era una manera de ocultar todos sus temores e inseguridades. Era necesario
hacerse una coraza para no mostrar más sus debilidades.
Ser Brynden comenzó a
hablar a Petyr: «Hijo, mi hermano y yo hemos estado hablando sobre qué hacer contigo.
Debes reconocer que tu presencia aquí ya no es bienvenida. Eres joven, pero
nunca te había tenido por un alocado. Desde que viniste, percibí mucho mejor
que Lord Hoster tu valía e intelecto. Es una pena que todo tenga que
precipitarse y terminar de este modo.» Petyr escuchaba serio y tenso. ¿Qué iban
a hacer con él? Su sueño habría sido quedarse en Aguasdulces como administrador
para aprender todos los secretos de la economía de un gran señorío. «Te aseguro
que he intentado por todos los medios suavizar la decisión de mi hermano, pero
no ha dado su brazo a torcer: te irás de Aguasdulces y regresarás a Los Dedos.»
Petyr no creía lo que estaba oyendo. ¡Volver a ese sitio miserable, como un
perro apaleado y con el rabo entre las piernas! La sangre le subió a la cabeza
y dejó de oír lo que Ser Brynden seguía diciendo, como si se hubiera caído a un
pozo y oyera voces desde el brocal, ecos ininteligibles. Sólo acertó a entender
que esa misma tarde abandonaría el castillo. Se levantó como un muerto
viviente, incapaz de responder, y se dirigió a su habitación con la mente
confusa.
No podía ser de otra manera, que triste, ahora comprendo mejor a Petyr, con semejantes problemas cualquiera pondría una barrera, ahora lo envían lejos de su amada Cat, y él sin saber que Lysa espera su hijo, es realmente triste, solo deseo que consiga la ansiada felicidad. Un abrazo Athena.
ResponderEliminar