PETYR
Ya hacía una semana que
ocurrió lo del beso con Cat y ella no se mostraba enfadada a pesar de cómo
reaccionó en un principio. Eso le dio ánimos a Petyr: a lo mejor intentaría ir
más allá y ser sincero, declararle sus sentimientos. Era difícil encontrar el
momento adecuado porque en los últimos días, desde que regresó Lord Hoster a
Aguasdulces, Catelyn apenas se dejaba ver, ocupada en sus obligaciones de
señora, las cuales parecían haber aumentado de repente. Las únicas ocasiones en
las que la veía eran las comidas, por lo que la privacidad era nula. Tendría
que ingeniárselas para hablarle a solas.
Ahora que Lysa se
negaba a seguir con sus escapadas al bosque de dioses y que la biblioteca no le
reportaba nada novedoso, retomó su entrenamiento con la espada, aunque sólo
para dar salida a la energía acumulada en esos días de experiencias nuevas para
él. Cada estocada tenía como propósito eliminar de su mente los deseos de tomar
a Cat de los hombros y besarla con todas sus fuerzas. Pero era un trabajo
inútil. Se paró por un momento a pensar mientras se secaba el sudor de la
frente. Debía tener la mente fría para expresarle lo que sentía. Perder el
control de la situación era lo último que quería. Cat ejercía demasiada
influencia sobre él, lo que era peligroso. Concentrado en esas cavilaciones, no
oyó los pasos que se acercaban. Era ella. Entró despacio, sin querer rozarse
con nada de lo que allí había por temor a mancharse y mirando el lugar extrañada.
Petyr no mostró sorpresa. Se puso el jubón a pesar del calor y le preguntó que
qué quería. Catelyn sonrió levemente y, sin hacer caso a su demanda, le dijo
que ése era el último lugar en el que hubiera buscado. «Sé que estabas aquí
porque anoche Lysa me dijo que te vio una mañana entrenando.» «Antes no tenía
por costumbre espiarme», contestó él secamente. Cat lo miró con tristeza y le
recriminó la dureza de sus palabras para con su hermana pequeña. Petyr bajó la
cabeza con vergüenza. «Bueno, ya ves que esto no es un secreto para vosotras.
Sé que es una ridiculez, pero me ayuda a desahogarme. No tengo pretensiones de
gran caballero.» Cat lo miró fijamente a la cara. Él le mantuvo la mirada. Era
el momento: ahora o nunca. «Catelyn», le dijo por primera vez en nueve años, «Te amo. Estoy enamorado de ti. No lo supe hasta hace un año. Sé que no soy
nadie, pero me gustaría merecerte de algún modo. El día que te besé se ha
convertido en el más feliz que recuerdo en toda mi vida.» Ella lo escuchaba con
rigidez, los labios apretados. «Por favor, di algo», suplicó Petyr. Cat se
acercó y le rozó los rizos húmedos con la punta de los dedos. «Petyr, te quiero
y lo sabes, pero como quiero a Lysa y a Edmure. Debes meterte eso en la cabeza.
Tú y yo somos hermanos, ¿no lo comprendes? Aunque tuvieras posibilidades, no te
aceptaría porque no te quiero del modo que tú pretendes y además voy a…» Él no
la dejó terminar. «¡Pero no somos hermanos, Cat, no lo somos!» Él hizo el
ademán de acercarse. Cat dio un paso hacia atrás y pegó la espalda al quicio de
la puerta. Petyr pensó con tristeza que lo veía como una amenaza. «No voy a
hacerte nada, Cat. Lastimarte es lo último que deseo, ¿es que ya no me
conoces?» Ella pareció sonrojarse y le contestó que creía hacerlo hasta que la
besó en el bosque de dioses. Antes de salir por la puerta, puso sus labios
sobre la mejilla de ella. «No me rendiré. Sabes que odio perder», le susurró.
Ays no le gusta perder...Pero con Cat lo tiene muy difícil Pobre Petyr!
ResponderEliminarQuiero mas deseando leerlo mañana!!
Ay pobre Petyr...pero lo cierto es que tiene el objetivo equivocado...y ella nada, lo quiere como un hermano y nada más...la veo dificil para él...a ver que pasa en los siguientes...
ResponderEliminarElla prefiere no saber...
ResponderEliminarHay tierno Petyr, que cruel destino que te aleja de tu amada, ella pero ni de broma quiere tomarlo en cuenta, además está en puerta el matrimonio, cada vez veo peor las cosas para nuestro protagonista. T_T
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